SIGUIENDO LAS HUELLAS DE CRISTO
1º
JORNADA: LLEGADA.
La santidad de esta tierra
no se aprecia en su físico geográfico. El paisaje mediterráneo nos resulta
familiar. Si acaso encontramos lo “santo” entendido como apartado en los
poblados palestinos que tras un viejo y gris muro se erigen frente a la gran
urbe de Tel Aviv. Los minaretes y las cúpulas doradas de las mezquitas nos
muestran un territorio desgarrado en varios pueblos que ora pugna ora se tolera
más que nos aleja de la idea de homogeneidad étnica o cultural a la que estamos
habituados los europeos.
Dejamos atrás la ciudad de
Tel Aviv para adentrarnos en la Galilea de Jesus, habitada antaño por la tribu
de Zabulón. De Galilea nos sorprende la intensidad de los cultivos que conviven
con los verdes bosques nacidos al amparo del benigno clima norteño.
La ciudad de Nazaret es
nuestro primer destino. De mayoría árabe, contrastan dos estilos de vida
contrapuestos: el judío y el árabe.
2º
JORNADA:NAZARET.
El monte Tabor se eleva
sobre el apocalíptico valle del Armagedón. En su cima, Nuestro Señor hizo
visible su divinidad apuntada por su Padre frente a Elías y Moisés, Profetas y
Ley, Pedro, Juan y Santiago. Pedro, sorprendido por distinguir a Elías y Moisés
y a su Señor en toda su gloria, no pudo más que balbucear unas palabras,
medroso, proponiendo la construcción de unas cabañas para tales ilustres
invitados. ¿Acaso no somos como Pedro que ante el poder de Dios somos tan miserables
que ni siquiera podemos articular una frase apropiada?
¿Por qué nos elegiste,
Señor?¿Por qué nos sanaste con tu sangre?
La humildad de tu pueblo, Nazaret,
y de tu familia ante cuya sencilla casa hemos orado no hace sino resaltar más
tu gloria y manifestar más nuestro pecado. Tú, el verbo eterno, te encarnaste
en una buena mujer de esta villa. Ella te dijo sí, sin miedo. ¿De verdad
nosotros seguimos el ejemplo de tu santa Madre? Vemos tus maravillas en el
mundo pero, ¿de veras te vemos en nuestro corazón?
Deambular por las rúas de
Nazaret, orar ante el pozo de la Virgen, ante la casa donde el Ángel de Dios
anunció a tu madre la Encarnación del Verbo eterno o el hogar donde aprendiste
a caminar, a trabajar o a reír como hombre que eres sacian mi sed de Palabra y
a la vez me exigen profundizar más en comunión contigo. Señor, enséñame a
amarte más; a amarte como María y José te amaban.
3º.
JORNADA: GALILEA.
Señor, te he visto caminar
sobre las aguas del mar de Galilea, ese que tanto conoces. Te he visto
avanzando con seguridad hacia mí. Te he sentido ayudándome cuando mi falta de
Fe me hundía sin remedio en las aguas del mundo. Te he visto navegando desde
Cafernaun a Magdala. Te he visto redimiendo y dando esperanzas a los pobres y
perseguidos de Israel en la montaña de las bienaventuranzas.
He sentido tu palabra viva
al recitar los versículos de tu Escritura (Hechos 2) frente a la casa de Pedro,
aquel lugar donde devolviste el andar al paralítico y allí donde tus primeros
seguidores se reunían para adorarte. Gracias te doy por la bendición de poder
orar y meditar sobre la que fue la primera casa de oración de la Cristiandad.
Te vi en la ilusión de mi
suegra al pronunciar las bienaventuranzas en la concurrida montaña frente al
mar de Galilea.
Hoy te he sentido cerca. Hoy
he visto tu llamado.
4º
JORNADA:JUDEA.
Dejando atrás la fértil
Galilea, ponemos rumbo sur y atravesamos el desierto de Judea junto al margen
este del Jordán. Seguimos las rutas de las caravanas que unían Damasco con Egipto.
Recorremos las huellas que los patriarcas de Israel, Abraham, Isaac y Jacob
marcaron en sus andares por la tierra prometida del Señor.
Entrando en las aguas del
pequeño Jordán, el Espíritu Santo fortalece mi fe, recordando las promesas de
mi bautismo. Momento especial. La regeneración espiritual del bautismo nos hace
felices a mi esposa y familia. Notamos el Espíritu de Dios en las aguas
santificadas por nuestro Señor cuando fue sumergido aquí mismo por Juan el Bautista.
No lejos de allá, Jericó se
abre a nosotros como ciudad pobre árabe en medio de un desierto que la mata y
la sustenta. La ciudad actual no hace justicia a la milenaria historia de la
urbe, cuyas murallas cayeron bajo el invencible aullido de las trompetas de
Yaveh. Hoy en Jericó apenas son audibles los mugidos de sus camellos y las
voces de los solícitos vendedores palestinos que parecen laborar solo cuando
nos acercamos los peregrinos.
5º
JORNADA: BELEN.
No pocos nunca llegan a
entender la razón por la que Tú, el Verbo eterno de Dios, te rebajaste a asumir
carne humana. Yo sé que fue por amor; era tan majestuoso e incomprensible el
amor del Padre hacia su creación que envió a su Hijo a sufrir y morir solo para
salvarme a mi, terrible pecador. Dios nos avisó por medio de los profetas. Así
todo se cumplió. El Hijo aplastó la cabeza del Mal con su victoria sobre la
muerte. Sin embargo, al ver el exacto lugar donde naciste, marcado con una
estrella, en Belén, no puedo sino rendirme ante la inmensidad del plan de Dios.
Siendo Dios, te humillaste como niño indefenso en un oscuro pesebre excavado en
una de las grutas de la pequeña Belén, ciudad de tu antepasado regio David.
Todo por amor. Tu fragilidad revela la potencia de Dios.
Por ti lucharon bizantinos y
latinos. La Basílica erigida por Justiniano permanece en pie a pesar de los
crueles avatares de estas tierras. Ni musulmanes ni persas se atrevieron a
destruir tu cuna. ¿Acaso no es signo de que hasta tus enemigos te reconocen
victorioso?
6º
JORNADA: JERUSALÉN.
Cuando coloqué una mano
sobre el sepulcro santo, una intensa fuerza interna me compelió a colocar la
otra, mientras mis labios susurraban la oración de Jesús pidiendo misericordia
a aquel que desde esa piedra, estando muerto, se levantó, recuperando su vida.
El Santo Sepulcro se ubica
dentro de un edificio cuadriculado en el interior de una heterogénea basílica
donde canticos armenios, coptos, católicos y greco ortodoxos se entremezclan
con el susurro de las ingentes masas de turistas que abarrotan el lugar.
No lejos de aquí en el
llamado Cenáculo, Cristo sopló su Santo Espíritu a sus apóstoles. No nos
abandonaste, Señor. Sentí tu poder ante tu tumba vacia. Sé que tu Espíritu me
tocó el corazón este día. Hazme uno contigo, ahora y siempre, Señor.
Esta peregrinación es solo
el inicio del peregrinar de nuestra vida contigo, Señor. Acompáñame hasta el
Padre diariamente para que ya nunca nos separemos.
Amén.
En Jerusalén, a 31/10/2022.
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