QUINTO DOMINGO DE ADVIENTO

 Muestra a los demás el reino de Dios que habita en ti.

Lucas 17:20-24.

Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros

“Señor, si estuvieras aquí conmigo, no tendría tanta aflicción. Señor, te necesito, ¿Por qué no acudes a rescatarme de mis pesares? No entiendo el sentido de tanto sufrir”.

La vida está llena de turbulencias, de sufrimiento, de resistencia, de frustraciones y finalmente, de persecución. Cristo nos lo advirtió: “Tiempo vendrá cuando deseareis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis”

Hay veces en tu vida en que desearías estar ya en presencia del Hijo del Hombre, sin dolor, sin preocupaciones. Sin embargo, te levantas y aquí sigues. Permaneces en este mundo de amarguras y de decepciones.

¿Cómo es posible, me dices, que el Señor esté conmigo si me veo rodeado de toda clase de aflicciones? ¿Cómo es posible que el Señor sea el Dios de la paz si estoy en guerra y en turbación?

¡Cómo se engañan los hombres y el mundo si creen que donde está el Señor no puede haber penas y aflicciones, sino que solamente abunda la alegría! ¿Acaso no te han dicho más de una vez que el cristiano no tiene por qué estar triste o deprimido?

Esto no es así. Al contrario, en la aflicción y en la tribulación es cuando Dios está más cerca de ti, pues es entonces cuando tienes más necesidad de su protección y su socorro. Así lo señalaba acertadamente el gran Orígenes de Alejandría.

El Señor te dice: “no tengas miedo, yo he hecho la paz entre el Padre y tú, yo he pagado por tus pecados en la Cruz, yo he vencido a la muerte. Descansa tu dolor en mí. Entrégame tus pesares. Yo los cargaré. El reino de Dios es esto, el reino de Dios está en medio de ti”.

En este Adviento donde nos preparamos para la venida del Hijo del Hombre, ten confianza en esta promesa y conviértete de todo corazón a Dios, olvida la amargura del mundo y tu alma encontrará el reposo. Abre la puerta de tu corazón a Cristo, Él te proveerá de todo. No confíes en el mundo que es mudable, breve y traicionero. Confía en Cristo que permanece para siempre (Juan 12: 34)

¿Cómo me puedo preparar para alojar a Cristo en mi corazón? Me preguntas. Recógete en tu vida interior, arrepiéntete de tus pecados, ora al Padre por medio del Hijo, llora, sé sincero con el Altísimo, medita, lee las Escrituras y finalmente, confía. Un corazón contrito es el sacrificio que agrada al Señor, recuerda.

Como dice Tomas de Kempis, a Cristo le gusta habitar en el interior del hombre, Él visita a menudo trayendo su paz los corazones de los hombres que lo buscan.

Cunado oras, pides en la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, que venga a nosotros tu reino. Ello no significa solo mostrarle el deseo de que nuestro Señor se digne a visitarnos. No. Va más allá. Significa que el reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga fuera, produzca fruto y se perfeccione.

Ahora yo pregunto, ¿Cómo se va a perfeccionar sin aflicciones? ¿Cómo se va a perfeccionar en una vida de comodidades? El reino de Dios, ese que habita en tu corazón, se perfecciona en la persecución y en la aspereza de la vida. Así como Cristo te redimió en la dureza de la Cruz, perfecciona tu amor, fruto del reino de Dios, en las adversidades de tu día a día. He aquí el significado del dolor. El dolor te proporciona la necesidad de acercarte más a Dios, hace que lo necesites más, hace que confíes en Él y no en los hombres. Hace, en definitiva, que venga a ti su reino.

Seguro que ahora le encuentras un poco más el sentido al sufrimiento y al Reino de Dios. Recuerda que su Palabra está cerca de ti, en tus labios y en tu corazón (Deuteronomio 30:14).

Ahora que lo sabes, abre tu corazón regenerado por Cristo al mundo despiadado. Ayuda a expandir el Reino de Dios por medio de la paz que solo Él y no el mundo nos entregó.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL MILENIO GLORIOSO DE JESUCRISTO REY.

DOMINGO DE RAMOS

DÍA DE LA EPIFANIA