DOMINGO DE PENTECOSTÉS


Creyendo, guardas la Palabra.

San Juan 14: 15-27.

Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras.

Qué fácil es amar una ideología, a un equipo, a un grupo de amigos, al dinero, a las riquezas o al poder. “No te compliques la existencia con la religión, con Cristo, disfruta de la vida”. Seguro que has podido escuchar esto alguna vez.

En tu vida te puedes encontrar con las siguientes clases de personas.

Unas que destilan amor a doctrinas del hombre, sean políticas, sociales o religiosas. Encuentran el sentido de sus vidas persiguiendo la creación de una sociedad mejor, sin pobreza, ni desigualdades, ni sufrimientos. El anhelo de lo trascendental y de una misión lo rellenan luchando contra el cambio climático, contra el racismo o contra el machismo institucional. La tranquilidad de saber que tu vida se desgasta en un propósito, aparentemente positivo, puede darte una sensación de plenitud. Tu vida tiene sentido. Cumples con tu deber cívico-religioso votando en las elecciones. Son doctrinas humanas, más fáciles, sencillas, que no requieren negación de uno mismo, humildad o arrepentimiento.

Otros, sin embargo, no se preocupan ni siquiera por pugnar por un supuesto mundo mejor.  Algunos utilizan la palabra de Cristo de forma superficial e irreflexiva. Escuchan la Palabra con los oídos pero no la aprehenden con el corazón. Algunos se tienen por cristianos mas ponen su confianza no en la pura Palabra de Cristo, sino en ritos, tradiciones o supersticiones que ofrecen esperanza vana o falsa tranquilidad.

Algunos directamente ignoran la Palabra porque se tienen por satisfechos sin Cristo: tienen dinero suficiente, gobernantes propicios, buena salud o buena reputación.

Decía Lutero que todo aquel que encuentra su deleite vital en otra cosa ajena a Cristo, no guarda sus palabras, por lo que Cristo se le oculta, no se le manifiesta.

Los apóstoles encerrados tras las puertas por miedo a los judíos necesitaban urgentemente a Cristo. Ellos decían: prefiero perderlo todo antes de perder el perdón de Cristo. Ellos se asían a la Palabra, se prendían de ella, necesitaban mantener encendida la esperanza de la fe y del perdón. Sus vidas dependían de ello.

Aquel que necesita a Cristo se halla en la misma situación de orfandad que los apóstoles cuando, abatidos, se reunieron tras las puertas cerradas por miedo a los judíos. Te aprietan los miedos, los pecados, la orfandad espiritual…Ninguna ideología remplaza a Cristo en tu vida, mas, ¿cómo guardar su Palabra?

La Ley de Moisés te dice: amaras al Señor, honrarás a tu padre y a tu madre, no matarás, no dirás falso testimonio etc…….¿de donde sacar fuerzas para no caer bajo la maldición de tales mandamientos? Es imposible cumplir cada mandamiento. Si un día no peco de envidia, ese mismo día la maledicencia me ataca. Un día no respeto el día de descanso, mas en ese mismo día obtuve una ganancia que no me correspondía.

¿Cómo guardo tu Palabra, Señor? Parece que preguntas.

En la predicación de Pentecostés de San Pedro vemos la respuesta: “arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros para el perdón de los pecados”. La Palabra de Cristo ha sido también entregada también a los Apóstoles mediante el Espíritu Santo derramado en Pentecostés. Este es el Evangelio suficiente para tu salvación. Date cuenta de que no puedes cumplir la Ley, que separado de Cristo eres como una flor separada de su manantial, que se pudre inexorablemente. Lo que vosotros no podéis hacer, yo os lo daré de gracia, vuestra deuda os será perdonada por medio de la Fe de Cristo. Yo cumplí la Ley a la perfección para que vosotros podáis amarme. Así habla el Señor.

Quien guarda la Palabra de Cristo, guarda los mandamientos de Moisés. Si hemos dicho que no podemos cumplir la Ley de Moisés, ¿cómo vamos a poder guardar la Palabra de Cristo? Yo te digo que si te planteas esto es que ya has empezado a aprehender el Evangelio. Guardar la palabra de Cristo significa creer firmemente en el perdón de los pecados por medio de su victoria en la Cruz. ¿Crees esto? Ya guardas su Palabra. El amor de Cristo te da el ánimo suficiente como para cumplir los mandamientos porque ya no obras tú, sino Cristo en ti.

El que goza del amor perdonador de Cristo, también goza del amor del Padre. Vale, Cristo te ama, pero ¿qué hay del Padre? Parece que oigo a Satanás tentándote por última vez intentando dividir. Esto lo sabia Cristo muy bien, por lo que se apresura a incluir en su exposición al Padre. Él y el Padre son uno en esencia. El que ha visto a Cristo, ha visto al Padre. Por eso aquí dice: Mi padre le amará, no solo Yo le amaré. Es decir, el que guarda la Palabra de Cristo, no tiene por qué temer, porque el Padre le ama. Este es el premio de amar al crucificado: el amor del Padre.

Ahora ya entiendes como puedes guardar la Palabra de Cristo. Ahora ya sabes que sin Él no puedes cumplir ni una tilde de la ley. Cielo y tierra pasarán, mas su Palabra no pasará. Cree. Guarda su Palabra.

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