SEXTO DOMINGO DE PASCUA

Si ocultas tu pecado, Jesús se oculta de ti (basado en el sermón de Pedro Crisólogo)

Marcos 2: 13-22 

¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores

De cierto que en ocasiones te has tenido por buena persona. De cierto no meditas cada día sobre tus pecados o aminoras su carga. Quizás ni siquiera te has considerado pecador o quizás relativizas tus pecados en comparación con los que ves a tu alrededor.

Este desdichado publicano sentado en el mostrador de impuestos estaba en peor situación que el paralítico del cual os hablé el otro día, el que yacía en su camilla (Mc 2,1s). Éste sufría parálisis en su cuerpo, aquel en su alma. El primero tenía deformados todos sus miembros; el segundo, tenía una enfermedad en el alma. El primero yacía, prisionero de su carne; el otro estaba sentado, cautivo de alma y cuerpo. Era a pesar suyo que el paralítico padecía a causa de sus sufrimientos; el publicano, muy feliz estaba esclavo del mal y del pecado. Este último, que a sus propios ojos se tenía por inocente, estaba acusado de avaricia por los demás; el primero, en sus heridas, se sabía pecador. El uno acumulaba ganancia sobre ganancia efecto de sus pecados; el otro escondía sus pecados con el gemido de sus dolores. Es por ello que eran justas las palabras dirigidas al paralítico: «Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados», porque con sus sufrimientos quedaban compensadas sus faltas. Pero el publicano, escuchó estas palabras: «Sígueme. «, es decir: «Tú que te has perdido siguiendo al dinero, siguiéndome repararás tu pecado».

Por eso te digo que tu ceguera de no ver tus pecados es peor pecado que el que manifiesta abiertamente su carácter pecador. Jesús vino a llamar a enfermos, no a justos y recuerda que no hay ni uno justo.

Alguno dirá: ¿por qué el publicano, pareciendo más culpable, recibe un don más elevado? Él llega enseguida a ser apóstol. Él mismo ha recibido el perdón, y concede a los demás la remisión de sus pecados; ilumina la tierra entera con el esplendor de la predicación del Evangelio. En cambio el paralítico apenas es juzgado digno de recibir tan sólo el perdón. ¿Quieres saber por qué el publicano obtuvo más gracias? Es porque, según la palabra del apóstol Pablo: «Donde se ha multiplicado el pecado, la gracia ha sido más abundante» (Rm 5,20). Si reconoces tus pecados, aun siendo enormes, más Gracia recibirás de Dios.

¿Por qué nuestro maestro come con publicanos y pecadores? Preguntaban extrañados sus seguidores.

Yo te pregunto, ¿Quién es pecador sino el que rechaza verse como tal? Dejar de reconocerse pecador ¿no es hundirse más en su propio pecado y, para decir verdad, identificarse con él? Y ¿Quién es el injusto sino aquel que se cree justo?. Vamos, hermano, confiesa tu pecado y podrás venir a la mesa de Cristo; por ti Cristo se hará pan, ese pan que se romperá para el perdón de tus pecados: Cristo será para ti la copa, esa copa que será derramada para el perdón de tus faltas.  Vamos, hermano, confiésate pecador, reconoce tus faltas, que Jesús te llamará a grandes cosas. Arrepiéntete y síguelo.

 

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