SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE LA TRINIDAD

 Evangelio: Lucas 5: 27 - 6: 10.

“Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal?, ¿salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. 

En el relato de Génesis 1 Dios, tras crear el cielo y la tierra, se dice, que descansó al séptimo día. Teniendo en mente este fundamento, era común y erróneamente interpretada la creencia entre los fariseos, principal facción popular en la Judea de Jesús, de que el día de reposo o Sabbat era una jornada de total pasividad.

La ley fue revelada a Moisés en el Sinaí. Hemos recordado los preceptos de Éxodo 20 al inicio de nuestro bello oficio matutino. El Señor nos manda que santificáramos el día de reposo. ¿Por qué Dios nos entregó en dura piedra esos mandatos? ¿Qué podemos colegir nosotros del mandato de reposo?

El fariseo, a lo largo de siglos, fue creando una idea de ley completamente ajena a la esencia y fin de la misma. Para él, de los 10 iniciales mandamientos surgen hasta 600 preceptos o miztvah que todo seguidor de Dios debe cumplir rigurosamente para acercarse al Altísimo. Eran tan obtusos en sus razonamientos que llegaron a pensar y aún hoy lo piensan algunos despistados que en el sábado no podían ni caminar más de 10 pasos; que ni lo bueno podía hacerse en este santa jornada. Esta visión de la ley, nacida de su corazón pecador, les invitaba a la soberbia y a la superioridad moral, al desprecio y a la maledicencia hacia los demás. Ellos podían salvarse a sí mismos si seguían a rajatabla una falsa interpretación de la Ley. Pobres del resto. El fariseo no debe contaminarse de lo impuro del mundo.

¿Tú no has pensado alguna vez que puedes ganarte el cielo cumpliendo tal o cual mandato?¿No has despreciado alguna vez a los pecadores que no siguen la ley de Dios?¿No has murmurado contra el hermano que, estando en un momento difícil, ha caído en alguna tentación?¿Has dirigido tu lengua maliciosamente contra un hermano que proceda de otra tradición cristiana con ritos con los que no estás acostumbrado?¿Has menospreciado al hermano que no ha podido ir a la iglesia un día por estar cuidando del enfermo o del necesitado? De cierto que sí. De cierto que has obrado como los fariseos que rodeaban a Jesús y vilipendiaban a escondidas la actitud de sus discípulos.

No has entendido el significado de la Ley; la Ley se dio, en primer lugar, para manifestar tu incapacidad de cumplirla, es imposible para ti. Por tu estado caído, aun cumpliendo un mandamiento, vas a dejar de obedecer por acción, omisión, palabra u obra, los otros nueve. Piensa en tu día a día. Piensa en cuantos pecados, incluso sin percatarte, dominan tu vida. Tienes una mano seca del pecado y la Ley te da las gafas para ver la sequedad de tu miembro.

No te desesperes por esta triste noticia, hermano. Te anuncio hoy, ahora, que Cristo, el Verbo, el Hijo de Dios, ha venido a servirte; ha clavado esos pecados tuyos que te afligen en su cruz, ha vencido a la muerte, elevándose del sepulcro y ha limpiado con su sangre toda tu mala relación con el Padre. Él es el ungüento que cura tu mano seca y carcomida por el pecado.Acude el verdadero día del Señor, el domingo, a la iglesia, hospital de pecadores, donde permanece Cristo, Nuestro Señor, en su Palabra y en su sacramento. Él es tu medicina. Él curará tus pecados. He aquí la esencia del día de reposo: la adoración a Dios y el perdón de los pecados.

Descansa en el Señor, ten certeza de que todos tus pecados han sido limpiados por Cristo por pura gracia hacia ti. Jesús se ofrece como fuente de tu descanso. Él te liberta de la esclavitud del pecado. Solo te resta arrepentirte y con corazón contrito mirar a Dios.

Jesús es el Señor del Sábado. Él habla con toda la autoridad que le confiere ser Dios mismo. Él ha venido a cumplir toda la Ley por ti. Ya no sufres del pesado yugo legal. Ahora eres libre del pecado para obedecer la santa voluntad de Dios, ahora tienes la verdadera libertad cristiana.

Ahora estamos en tiempo de libertad y de Gracia. Como señala San Agustin, en este tiempo “el cristiano observa un sábado perpetuo si hace todas las obras buenas con la esperanza del reposo futuro y no se gloría de sus obras como si fueran un bien propio y no un don recibido”. Es decir, ahora vives en un reposo perpetuo donde el amor debe regir tus obras, no para ganarte la salvación, pues ya ha sido ganada por Cristo, sino por la esperanza del eterno reposo futuro.

Quiero que extiendas tu brazo sanado para vigilar las tentaciones, para ayudar al prójimo, arrancar de la injusticia al necesitado, curar tu hacienda y familia pero sobre todo despliega tu brazo hacia Dios en agradecimiento por lo que ha hecho por ti.

Éste es el verdadero sábado o día de reposo: hacer el bien no en un día para obtener el favor de Dios, sino cada día en la esperanza de tu vida eterna.

Los cristianos nos reunimos en domingo para conmemorar la resurrección del Señor, su triunfo sobre la muerte. ¿Qué mejor día ese para que tú ahora, limpio de todo pecado, levantes tu mano viva a Dios en oración, con tus hermanos en el hospital espiritual que es la iglesia y mires por el menesteroso que quizás no es consciente de que el remedio de su dolencia está en nuestro Cristo.

Hermano, no dejes de orar nunca, no dejes de meditar sobre la Palabra de Dios, nunca des la espalda a Dios, ni mires con superioridad a tu prójimo. Recuerda que tu mano ha sido curada por Cristo. Manifiesta el gozo de tu salvación cada día y singularmente en nuestro domingo. Deja tus problemas y deseos personales a la puerta del templo. Recuerda en esperanza lo que ha hecho Cristo por ti y sé libre para obrar siempre por los demás. Hermano, amando se santifica de verdad el domingo.

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