26º DOMINGO DE COTIDIANO

La balanza y el perdón.

Lucas 17:1-10.

Si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.

 

El corazón del hombre es un paraíso para el rencor. ¿Cuál es tu actitud cuando sufres en tus propias carnes el dolor y la humillación por causa del pecado de otra persona?¿Qué haces cuando eres objeto del pecado ajeno?

Puedes ignorar al pecador, puedes devolverle mal con mal y pecar contra él, puedes aparentemente perdonarlo mas en tu corazón guardarle rencor y no mirarlo nunca de la misma manera. El mundo te dice que te vengues, que lo humilles o que no le dirijas más la palabra. El mundo te anima a restaurar tu dignidad dañando la de otra persona.

Mas, ¿qué te dice la Palabra de Dios?

“Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

No te dejes vencer por el mal, sino derrota el mal con el bien” (Romanos 12:21”)

“Si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale

 

Qué dura ley. Qué arduo objetivo, me pides, Señor. ¿Cómo podré perdonar a este pecador reincidente que me ataca constantemente?¿De verdad está arrepentido si tantas veces cae?

En verdad, te digo, que cae tantas veces como tú. Que es tan débil como tú. Que ambos sois incapaces de practicar el bien si no es por la Gracia de Dios. Quizás caigáis en pecados distintos (ataque y venganza/no perdón/rencor) mas ambos pecáis el uno contra el otro. Si exiges mucho al otro, mucho se te exigirá en el juicio. ¿Cómo vas a pedir misericordia a Dios si tú no muestras misericordia con tu semejante? Arrepiéntete tú del rencor guardado hacia tu hermano y mira la Cruz.

En la Cruz ves a Jesús, perfecto varón, que no se aferró a ser igual a Dios para sufrir todo tipo de pecados en su contra, que acudió al matadero como cordero humilde, soportando el dolor y la humillación, aun siendo inocente. Se acercó al madero, dejó que le taladraran sus manos y pies. Pasó sed. Sufrió terribles dolores y expiró humillado ante el populacho. Todo lo soportó por ti. Y en el sufrimiento de la Cruz, perdonó a los que pecaban contra Él, diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y cuando resucitó no buscó venganza, sino que anunció que ya la muerte no tenía poder sobre todo aquel que en Él creyera y que el Padre se había reconciliado con el mundo por medio de Él. Subió a los cielos y desde allí intercede continuamente como tu mediador para perdonar cualquier transgresión que cometas, si verdaderamente te arrepientes.

Si Jesús, inocente de toda mácula, perdonó las terribles acciones que sufrió, ¿no eres capaz tú de perdonar a tu hermano por la falta que te hace?               

Yo creo que sí. El odio y el rencor, frutos del Maligno, ya no reinan en tu vida. Reina el amor de Jesús. Este amor que impulsa a decirle a tu arrepentido prójimo: En el nombre de Jesús, te perdono.

 

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