3º DOMINGO DE PASCUA

 

¿Qué significa amar?

De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras (Juan 21:18-19)



El impetuoso Pedro, ciñéndose sus ropas, saltó enérgicamente de la barca, alcanzando el primero la playa donde estaba su Señor resucitado. Necesitaba hablar con Él. Necesitaba abrirle su corazón y pedirle perdón por la traición que había cometido días atrás, negándolo 3 veces.

Llegado a la playa, encuentra a Jesús, tranquilo preparando un pescado sobre las brasas para sus amigos, como le había visto hacer tantas otras veces durante sus años de ministerio. Ya habían visto a Jesús resucitado en dos ocasiones, pero no había tenido la oportunidad de hablar a solas con Él sobre el asunto que tanto le atormentaba y del que tanto se arrepentía.

Pedro le dijo: Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré” (Marcos 14:29)

Y le dijo Pedro: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte” (Lucas 22:33)

Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida pondré por ti” (Juan 13:37)

Y pocas horas después le negó delante de los hombres. “A cualquiera, pues, que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Pero a cualquiera que me negara delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos
(Mateo 10:32-33)


Había negado a su amigo, había rechazado a aquel que estaba dando su vida por él y por Israel todo. Esas palabras debieron resonar en la cabeza del débil Pedro instantes después de su traición, así como cuando descendió raudo de la barca en dirección a Jesús.

¿Cómo trató Jesús al impetuoso pero traidor Pedro? Jesús sabe antes de que nada diga que Pedro estaba totalmente arrepentido de su pecado. Jesús sabe su angustia interior. Sabe que se guió por el miedo a perder su vida terrenal. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:25)

Pedro quería confesar su pecado y demostrar su amor hacia Cristo. “Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad “ (1 Juan 1:9)

Jesús se aproxima a Él y le pregunta:

Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?

Ahí está. La oportunidad de redención que Cristo le ofrece a Pedro. ¿Verdaderamente le ama más que los demás? Jesús emplea el verbo agapo que implica un amor incondicional, un amor servicial, dispuesto a sacrificarse por los seres amados. Es el mismo verbo empleado en el famoso versículo Juan 3:16: De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna.". Es el mismo verbo empleado en los mandamientos que Jesús enseña en Mateo 22:37-39:

Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Pedro le responde Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Pedro quiere mucho a Jesús. El verbo que se usa es filo” que implica un amor de amistad, de compañerismo. No puede decirle que lo ama hasta el punto de sacrificarse por Él porque días atrás lo había negado por miedo a la muerte. Pedro confiesa sinceramente cual es su sentimiento hacia Jesús.

Jesús le dijo: Apacienta mis corderos.

Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?
Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te quiero.
Le dijo:
Pastorea mis ovejas.
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me quieres?, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quieres.


Jesús conoce la debilidad y a la vez la sinceridad y el arrepentimiento de Pedro. Pedro se humilla y lo reconoce. Jesús le dice: tus pecados han sido perdonados. Sin embargo, no solo justifica y cubre sus pecados anteriores, sino que le da una tarea, la obra más importante que nunca antes había encargado a nadie: apacentar sus corderos y pastorear sus ovejas. Jesús, el buen pastor que ha dado su vida por su rebaño, que subió al monte del Calvario a buscar a la oveja descarriada, está entregándole el cuidado de su ansiado pueblo que se va a quedar sin pastor. Pedro acudía a recibir el perdón de su amigo por su cobarde traición y se encuentra que Jesús le está encargando que proteja su rebaño, que tranquilice y de paz a los más débiles, a sus corderos, y que dirija como pastor que sirve no que impera a las ovejas de redil.

¿Cómo encarga Jesús a Pedro tal tarea?

Jesús conoce las debilidades de Pedro. Jesús sabe que se ha arrepentido y que varadamente le quiere, mas ahora le llegará a amar hasta el punto de sacrificar su vida por su rebaño.

De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.
Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió:
Sígueme

En el año 63 d.C durante las crueles persecuciones de Nerón en Roma, Pedro fue arrestado y crucificado hacia abajo, negándose a renunciar a la fe en su Redentor. Años después Pedro había aprendido a amar como amó Jesús: hasta el punto de dar su sangre por sus amigos. Este Pedro que se bajó del barco arrepentido y que confesó que quería a Jesús, había cumplido fielmente el mandato que Cristo le había dado de pastorear sus ovejas y como buen pastor, dar su vida por ellas. “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas, y huye; y el lobo las arrebata, y dispersa las ovejas.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas”
(Juan 10:11-13).

Pedro dejó de ser asalariado para ser pastor propio por encargo del mismo Jesús. Y ese cambio lo consiguió aprendiendo a amar incondicionalmente, pues solo alguien que ama incondicionalmente a Jesús y a su pueblo es capaz de dar la vida por amor.


¿Qué puedes aprender de la historia de Pedro?

Jesús sabe si verdaderamente lo amas hasta el punto de sacrificarlo todo, hasta tu vida, por Él o lo quieres. Él conoce tus debilidades y aún así te ama y te perdona si, como Pedro, acudes a Él, raudo y arrepentido, a confesar tus faltas buscando su perdón.

Limpiado de toda maldad, Jesús te encarga a ti también un mandamiento que solo a través de la Gracia, poder de Dios, puede cumplirse: que ames a Dios con todo tu corazón, toda tu mente y toda tu alma y a tu prójimo como a ti mismo. En el amor hacia los demás se conoce que eres discípulo de Jesús.

Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen,
Bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian (Lucas 6:27-28)

Como Pedro, quizás aún no sientes ese amor tan radical que Jesús demanda. No importa. Ora a Dios para que te lo envíe, para que no caigas en la tentación de buscar primero tus intereses frente a los de los necesitados. Pedid y se os dará, buscad y hallaréis (Mateo 7:7-11)

Seguid adelante, de la mano con Jesús. De esa mano atravesada por los oxidados clavos del perdón. Él te amó incondicionalmente. Así lo hizo Pedro y logró amar como Jesús quería. Cíñete tus vestidos y sigue el camino del Señor.

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (Tesalonicenses 5:23)


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL MILENIO GLORIOSO DE JESUCRISTO REY.

DOMINGO DE RAMOS

DÍA DE LA EPIFANIA