TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

 


La humildad del pollino.

Evangelio: Mateo 21:1-7

Diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.

 

Parecía un día ordinario cercano a la Pascua en Betfagé, pequeña villa situada frente a Jerusalén hacia el este, tras el monte de los Olivos. En cambio, lo que pasaría a continuación marcaría la historia de la humanidad.

Cristo había regresado a Jerusalén, esta vez para cumplir definitivamente el objetivo por el que se encarnó en Belén. Prepárate, Sión, tu Rey se aproxima.

Las multitudes al oír la noticia se apresuraron a acudir al cortejo de su nuevo profeta. Ríos de masas se amontonaban en la vía que conducía a Jerusalén, esperando ver, tocar, sentir u oír, a ese profeta famoso de Nazaret que iba a restaurar la grandeza política de un Reino, el de Israel, venido a menos desde tiempo atrás. Muchos de los lo habían despreciado o ignorado antes, ahora arrancaban las hojas de palmera de los árboles para marcar el camino al Profeta. Muchos de los que le habían llamado hechicero ahora colocaban sus mantos en las tierras para que sobre ellos pasara ese Mesías, hijo de Carpintero. Muchos de los que posteriormente le escupirían y lo condenarían a la más vil muerte lanzaban entusiasmados vítores a Jesús.

¿Te has guiado alguna vez por la corriente mayoritaria para apoyar lo malvado o condenar lo sagrado? El corazón del hombre es vanidad, es voluble. Tu corazón se deja llevar por la excitación del momento. Lo sé.

Mira la perfidia de los judíos que alababan a Jesús en el Monte de los Olivos y que no lo creyeron antes por muchos milagros que obraba. Solo por el entusiasmo popular vieron que Cristo era el Mesías, el Rey prometido. ¿Es el entusiasmo un buen nexo con Dios? Piénsalo. La masa es voluble. Sin una raíz firme en tu corazón, la Palabra de Dios volará, como volaba la semilla plantada sobre pedregales que hace tropezar al que la recibe cuando viene la aflicción o la persecución.

Arrepiéntete y cree en Jesucristo como Señor y Salvador no porque esté de moda, lo diga un famoso o sea lo culturalmente apropiado en tu país o región. Arrepiéntete y cree en Jesucristo como Señor y Salvador porque la Verdad que se te ha revelado en las Escrituras, esto es, que Jesús murió por ti, ha mudado definitivamente tu pecador corazón. He aquí el Evangelio que Jesús quiso que los judíos creyeran. He aquí el sentido de que entrara como Rey en Jerusalén, rey vencedor de la muerte y rey redentor de todas las naciones, desde Oriente a Occidente. La llave para abrir tu corazón a este Redentor que entra triunfante en la ciudad santa es la humildad; humildad para darte cuenta de que no puedes acceder a Dios y al Bien por tus medios. Necesitas un capitán.

Zacarías, 500 años antes, inspirado por el Espíritu Santo, profetizó que el Mesías de Israel entraría, humilde, sobre un asno, hijo de asna. Lo que para Dios es apariencia de victoria, para el hombre es apariencia de derrota. Jesús entra en Jerusalén no sobre un carro tirado por caballos, portando armadura de oro, yelmo imponente y espada ensangrentada. Jesús entra en Jerusalén sobre un pollino, sin ni siquiera silla donde aposentarse. Lo que para el ojo del hombre es miseria, para Dios es potencia. Este Rey aparentemente pobre ha colocado y eliminado emperadores, potestades y principados desde la fundación del mundo. Este Rey eterno se ha rebajado para entrar en su ciudad, humilde y sencillo, para llevar a efecto tu redención.

Fíjate ahora en la actitud del animal. No solemos reparar en él. Yo hoy lo quiero destacar. El pollino no se resistió a la cabalgadura de su Rey, no protestó porque unos forasteros lo arrebataran de su hogar. Acudió manso bajando el monte de los Olivos mientras portaba a Jesús en sus lomos. Este animal, según algunos teólogos como Juan Crisóstomo o Juan Calvino es sombra o imagen de los gentiles conversos al cristianismo. Es imagen de lo que debes ser en tu vida con Jesús. Este animal, a menudo despreciado, nos marca el camino de la humildad sobre el que debes no solo abrir tu corazón a Jesús sino también deambular en tu vida cristiana.

Algún hoy te dicen: “Haz tu voluntad, cree en ti mismo”. Hoy yo te digo: “Haz la voluntad de Cristo, cree en el Señor Jesús”. Fija tus ojos en tu Rey. Él te ha blanqueado. Siéntete seguro en Él. Póstrate a los pies del Rey de Israel no con ramas de palmera que pronto se pudrirán y perderán su fruto y agradable aspecto, sino revestido con la Gracia de Cristo que has recibido en el bautismo. Date cuenta de tus pecados y sé humilde para acogerlo en tu vida.

El Señor está viniendo a tu vida. Es hora de recibirlo. Ahora, con esas túnicas blanqueadas por Cristo en la Cruz que portas en tu corazón, quiero que aclames a tu Rey salvador repitiendo con el gozo de tu salvación: Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hossana en las Alturas.

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