SEXTO DOMINGO DE ADVIENTO

El camino seguro del que vino.

Isaías 35: 1-10

Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán.

¿No te has preguntado alguna vez cual es el sentido de tu vida? Pensaste que el sentido de tu vida era tu trabajo, tu familia, tus aficiones, tus placeres o tus vicios. ¿Dónde encuentras consuelo y esperanza ante los problemas de tu día a día? ¿Hacia dónde emprendes tus pasos? ¿Tienes la certidumbre de que el camino emprendido es cierto? ¿Te sientes vacío o inseguro por tus decisiones?

Isaías, uno de los profetas mayores que habitó en reino de Judá, sabía que en la vida de cada hombre hay dos caminos: la vía fácil de lo cómodo y la vía angosta de lo santo. La vida de este buen varón transcurrió entre continuos consejos a los reyes de Judá para que se apartaran del tentador camino de aliarse con pueblos extranjeros como los egipcios o los asirios. Todo ello por el peligro de la idolatría que ello conllevaba. Sin embargo, Jerusalén estaba amenazada continuamente. Asiria y Egipto se la disputaban. Podía ser hasta comprensible confiar en la potencia del faraón para salvaguardar la ciudad santa. Cuando el problema aprieta, las promesas de Dios a veces se olvidan y te focalizas en lo que tienes delante de ti en ese instante, ¿verdad? Isaías advertía a los gobernantes que en su ceguera espiritual confiaban más en los ejércitos de los hombres que en los del Señor.

Tu ceguera espiritual, derivada ora del miedo, ora de la soberbia, siempre del pecado, te impide descansar en Dios. Tu pecado te aleja de Dios para confiar en tus anhelos. Tu ceguera te oculta la gloria y la hermosura del Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y también de Isaías, que también es tu Dios. Tu sordera te impide escuchar el mensaje que Dios tiene para ti cada día. El pecado obstruye tus oídos para escuchar la Palabra de Dios.

El pecado te impide confiar, ver y sentir al Señor. ¿El pecado te impide caminar por la senda de Santidad que fue preparada de antemano por Dios? ¿Sabes cuáles son tus vías fáciles, tus debilidades que te alejan de Dios?

El arrepentimiento sincero de tus pecados te va a quitar la venda de los ojos. El arrepentimiento te hace ver a Dios. No temas por tu pecado. Dios viene. Dios Hijo se hizo hombre como tú para salvarte. Isaías lo anunció: no temas, Dios mismo vendrá y os salvará. He aquí la esperanza del cristiano, he aquí tu gozo que ahoga el gemido. Isaías anunciaba la encarnación del Verbo, la venida del Cristo que abría los oídos y los ojos de los sordos y ciegos. Él que transforma la sequedad de tu alma, tu sensación de vacío, en un estanque cuyas aguas jamás se agotan. Cristo es el que abre camino. No cualquier camino. Digo “el camino”. El único que llega al Padre. Aquel que llevó a Jesús desde el Monte de los Olivos al Gólgota es el camino de la Cruz. Significa creer completamente que Jesús es el Mesías prometido, el Hijo de Dios, el mismo Dios hecho carne y que ha venido a vencer la muerte y el dolor en la Cruz. He aquí el camino que aunque caigas te va a llevar a la salvación. No desesperes si eres torpe, Cristo ha preparado un camino tan perfecto que es imposible que te pierdas. Tú, cristiano, redimido por la sangre de Cristo en la cruz, tienes la marca indeleble de la santidad en tu corazón. Cristo vino a ti aquella noche en Belén. Cristo vino para rescatarte de tus angustias aquel bendito día en Belén.

La próxima vez que la tentación de lo fácil te ronde el alma, recuerda cual es el camino de Dios. Confía y descansa en el Señor. Él no te soltará.

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