DÍA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

 


Mateo 2: 1-23.

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

Hoy celebramos un día importante para la Iglesia. Hoy conmemoramos la adoración de los Magos de Oriente del Mesías recién nacido en la gruta de Belén. Celebramos la manifestación a los Magos de la gloria de Dios.

No fue fácil para los Magos, extranjeros venidos de lejos, alcanzar al niño Dios del que sabían que debía de nacer por aquellas fechas. Los Magos eran sabios varones, conocedores de la astronomía y las ciencias del momento. Lógicamente se presentaron, en primer lugar, al rey de Judea de aquel momento: Herodes, llamado el Grande.

Reparemos en la actitud de cada protagonista de esta historia: los Magos y el temible Rey.

Herodes fue un gobernante despótico. Su ambición hizo que, siendo idumeo, no macabeo ni de la casa de Judá, alcanzara el trono entre conspiraciones y violencias, con el apoyo de los distintos gobernantes romanos. Gobernando 40 años, llegó a asesinar a familiares y amigos para mantener su cetro. Actuaba con codicia, lascivia y sin remordimientos. Imagina lo que pensaría cuando vio aparecer a unos sabios venidos de Oriente que le cuestionaban acerca del Rey de los hebreos que acababa de nacer. Él que estaba cerca de partir para el Seol jamás iba a permitir que un niño le hiciera sombra en el ocaso de su vida. Así, empleando la astucia y el engaño, le pide a los recién llegados que, tras averiguar la identidad de ese rey de los judíos, se lo comunicaran para que fuera a adorarle.

Ambición y engaños. La mentira es una buena arma para alguien ambicioso. ¿Has empleado la mentira alguna vez para alcanzar tus objetivos? Herodes corrompido por dentro, no dudó en asesinar a niños inocentes en Belén para eliminar un aspirante al trono. No tenía límites. Un hombre perverso es peligroso. Un hombre perverso en el poder es incontrolable.

Hoy sufrimos una situación análoga en Occidente ¿Acaso hoy no asesinan impunemente a decenas de miles de inocentes en los abortorios con el pretexto de liberarnos de personas indeseadas? 90.000 abortos anuales en España son cifras que convierten el asesinato de los niños de Belén de Herodes en casi una anécdota. El dios de nuestro siglo es el orgullo. El orgullo de pensar que nuestras ambiciones personales están por encima de la vida, incluso de los más inocentes. Para Herodes era mantener su trono. Para otros es no perder tiempo libre, su trabajo o sus riquezas. Las excusas son de índole temporal. El mal, asesinar inocentes, es un pecado que clama al cielo. Raquel, enterrada en Belén, llora por sus hijos asesinados también hoy.

Cuando tu dios es tu voluntad, el diablo te susurra al oído y sigues tu albedrió tendente al mal, eres capaz incluso de asesinar a tus propios bebés para no ver alterado tu estilo de vida. Nadie está libre de tal maldad. Todos podemos llegar a realizar algo semejante. Tú no sabes lo que sentía el rey Herodes cuando temía por su trono, sencillamente porque no tienes ese trono. Sin embargo, tú sabes lo que has hecho, movido por la ambición desleal, para conservar otros tronos de tu vida.

Solo hay una vía para evitar que el mal nos induzca a semejantes crímenes. Esa solución la encontramos en ese pesebre de Belén al que se dirigen confiados los Magos. He aquí el Redentor del mundo que nos libra de toda crueldad, de todo pecado y de la muerte.

Los sabios se postraron ante Él y lo adoraron con presentes valiosos. Ellos, según algunas tradiciones que citan el Salmo 72, eran reyes, eran príncipes, gobernantes. De Arabia y Sabá, según algunos. No lo sabemos. En cualquier caso, lo que sí sabemos, según la profecía de Isaías, es que todos los reyes del mundo se postrarán ante el Hijo de Dios, ante Emmanuel. Ningún príncipe por poderoso y cruel que sea dispone de mayor honra y potencia que el bebé, niño-Dios. Y eso los Magos lo sabían. Por ello le ofrecieron oro, reservado a la realeza. Ellos lo adoraron, postrándose ante Él. Por ello le ofrecieron incienso, reservado para las oraciones a Dios. Ellos miraron y acariciaron, seguramente sonrientes, al bebé de aparente debilidad. Por ello le ofrecieron mirra, reservado para los enterramientos de los hombres. Los magos nos están mostrando lo que era Cristo: verdadero Rey que gobierna con el Padre todas las cosas, verdadero Dios sin principio ni fin y verdadero hombre, semejante a nosotros salvo en que no cometió pecado.

Ellos te enseñan como debes adorar al Cordero de Dios. Una vez arrepentido, tocado por el Espíritu Santo, ya no se te imputan tus pecados. Has sido lavado de nuevo. Has nacido de nuevo. Estás preparado para ofrecer tus mejores dones al autor de tu Salvación. Reconoce la Majestad del Hijo, dándole lo más valioso que tengas: tu amor y tu compasión hacia tus semejantes como reflejo de su gloria. Reconoce la divinidad del Hijo, confiando solo en Él en tu vida. Él está al mando. Dirige tus oraciones que son tu incienso solo a Él con un corazón arrepentido. Una oración pura es más agradable que el aroma del mejor incienso. Él te escucha. Reconoce la humanidad del Hijo, recordando que Él sufrió y murió por ti en la Cruz, pagando la deuda que contrajiste con Dios por cada pecado en tu vida.

Cada día se te ofrecen oportunidades de ser como los Magos en esta jornada de Epifanía. Confiando en el sacrificio de aquel que siendo Rey del universo y Dios mismo, se hizo hombre, nació en una gruta de Belén, y murió por ti en la Cruz para que, resucitando de entre los muertos, ya no tenga la muerte poder sobre ti.

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