TERCER DOMINGO DE CUARESMA
La ceguera de tu voluntad.
Evangelio Juan 9: 1-38
Números 22: 21 y ss
Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí. El asna me ha visto, y se ha apartado luego de delante de mí estas tres veces; y si de mí no se hubiera apartado, yo también ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva. Entonces Balaam dijo al ángel de Jehová: He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de mí en el camino;
¿Has sentido alguna vez cierta incertidumbre sobre alguna decisión de tu vida? ¿Has sentido rabia o frustración porque el objetivo que te habías propuesto no se consigue pese a tus empeños?¿Tienes claro que tus proyectos son conforme a la voluntad de Dios?¿Obedeces a Dios u obedeces a tus pecados?
Balaam era un adivino
mesopotámico de la ciudad de Aram. Su fama de brujo y de adivinación se
extendía por la región. Se decía de él que disfrutaba de una posición próxima a
los falsos dioses y se pensaba que lo que él maldecía quedaba maldito.
Huestes ingentes de
hebreos se esparcían frente a la capital de Moab, el reino que Balac gobernaba
desde hacía un tiempo. El plan de Dios para los hijos de Israel se estaba
cumpliendo punto por punto: tras salir de Egipto milagrosamente, se aproximaban
a Canaán, la tierra que el Señor les había dado en heredad, venciendo a pueblo
tras pueblo a filo de espada, guiados por la mano firme de Moisés. El rey de
Moab lo sabía. Por ello había pergeñado la idea de hacer llamar al famoso
adivino para que maldijere a Israel, salvando así a su reino. Hacia Moab se
encaminó Balaac, viajando sobre su fiel asna. No sabía que Dios le esperaba en
el camino.
La Escritura nos enseña
que Dios es señor de toda la creación; que conoce hasta el número exacto de tus
cabellos. Todo lo que acontece en el mundo se produce por acción u omisión
suya. Incluso permite que tomemos malas decisiones por una causa mayor. Es por
ello por lo que Jehová encaminó a Balaam hacia Moab en un propósito malvado. Es
por ello por lo que Dios permitió la ceguera desde nacimiento del ciego de
Siloé. Es por ello por lo que Dios deja que tomes decisiones conforme a las
inclinaciones de tu pecador corazón. Es por ello por lo que Dios permite el sufrimiento,
para manifestar su gloria mediante el arrepentimiento que solo viene del choque
con el pecado, a menudo acompañado de sufrimiento.
El Ángel de Dios, Cristo
preencarnado, salió al camino de Balaam para resistírsele. El Ángel le
manifestaba que el deseo del pérfido rey que él se apresuraba a cumplir era
perverso; que el deseo de Balac de maldecir a Israel no era la voluntad de
Dios. Balaam, sin embargo, estaba ciego de espíritu. No podía ver al Ángel de
Jehová en su camino. Su asna lo veía y se desviaba del camino ante la atónita
reacción de su dueño. Balaam, ciego, culpaba al asna de su desgracia, pero, en
realidad, el asna veía y él no.
Si algo no te resulta
tal y como querías, ¿no has pensado en que quizás Dios ha salido para
resistirte?En el mundo moderno se idolatra el individualismo, se promociona el
hacer tu voluntad, disfrutar del presente y a despreocuparse del futuro. Se
desprestigian el compromiso y el sacrificio para elevar el ego a las alturas. “No
te preocupes por casarte ni tener hijos, disfruta y viaja”. Es el mensaje con
el que machaca la propaganda a los jóvenes. Sin embargo, la tasa de suicidios,
también entre los más jóvenes, es la más elevada de todos los tiempos. Algo no
cuadra.
Caminas en tinieblas,
sin saber a dónde agarrarte. Intentar cumplir deseos que sabes que a Dios no le
agradan. No digas que estás en comunión con Dios cuando antepones tu voluntad a
la suya. No digas que no tienes pecado porque te engañas a ti mismo y la Verdad
no está en ti. No culpes a los otros de tus malas decisiones. La oscuridad te
está cegando. Donde hay tinieblas, Dios está ausente. Piensas que ves pero no
ves.
La luz destruye la
oscuridad. Jesús dijo: “Yo soy luz del mundo”; la única luz capaz de destruir
tus tinieblas. Abre tus ojos, Dios te los ha abierto, puedes ver. Contempla a
su Hijo, espada en mano, Señor de todas las cosas, que murió en la Cruz y
resucitó de entre los muertos para que tú, ahora, veas la gloria de Dios; para
que la muerte con sus tinieblas no se enseñoree sobre ti.
Balaam recuperó la
vista. Él al percibir frente a sus ojos al Ángel de Jehová creyó. Él se arrepintió
del camino que había tomado y acabó finalmente por bendecir a Israel. El ciego
de Siloé al lavar el barro milagroso vio como nunca había visto y confesó a Cristo
como profeta. Ellos dijeron: “Creo, Señor”. Ellos se postraron y adoraron al
Hijo de Dios después de que el Señor les abriera sus ojos. Ellos recibieron
perdón y esperanza. Ellos acabaron por cumplir la voluntad de Dios.
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