CUARTO DOMINGO DE PASCUA
El triunfo de Jesús sin miedo proclamad.
Epístola Hechos 4: 13-22 13
Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar
de decir lo que hemos visto y oído.
Guarda tu fe para ti mismo; las creencias son privadas, no es bueno manifestarlas en público; hay que separar a Dios del Estado o de la esfera pública.
¡Cuántas
veces habrás oído frases semejantes! Consejos, quizás movidos por un interés
que se tiene por loable pero que destila iniquidad, lanzados para que dejaras
de hablar de las maravillas que Dios, por medio de Cristo, ha hecho en tu vida.
Los políticos del sistema te quieren callado, sin participar en la vida pública,
viviendo tu fe en cuatro paredes. Quieren un Estado no basado en la moral
natural revelada por Dios en las Escrituras, sino un Estado desarraigado,
voluble a los nuevos vientos populares, que, juzgándose liberal, te arrebate tu
verdadera libertad.
Los
sacerdotes de Jerusalén se pensaban vencedores al crucificar a Jesús. Qué
infelices eran; qué inocentes ellos que ignoraron las advertencias del Señor
cuando afirmó que si sus discípulos callaran, las piedras clamarían. Y clamando
se hallaba el pueblo, maravillado por los milagros obrados por Pedro y Juan, en
el nombre de Jesús. Las curaciones no cesaron tras la Ascensión del Señor a la
diestra del Padre. El Espíritu Santo, esa tercera persona de la Trinidad a
menudo tan olvidada y que en estas semanas recordaremos, se movía activamente
entre las multitudes. La casta sacerdotal de la época se veía rebasada por los
acontecimientos. Había que actuar. Actuaron recurriendo a la coacción y al
miedo. “No habléis en el nombre de Jesús o habrá consecuencias”, les dijeron a
los apóstoles en tono amenazante.
A ti
te dicen “deja a Jesús para tu esfera privada, no compartas el Evangelio”. Te
lo dicen en España con palabras, más en otras partes del mundo te lo dicen con
las armas o las porras. En Jerusalén, recientemente, vimos los intentos de las
fuerzas gubernamentales de reprimir a los hermanos cristianos ortodoxos en la
ciudad vieja durante su Pascua. En algunas zonas de África o Asia cristianos
son asesinados brutalmente si mencionan el nombre de Jesús en público.
¿Por
qué has de arriesgar la falsa honra de buen ciudadano que te ofrece el sistema
hablando de Cristo? ¿Por qué proclamar la buena Nueva del Evangelio a las gentes
sedientas de Dios si te va a traer problemas en tu trabajo o familia?
Yo
te lo diré: por amor. Por amor al que siendo igual a Dios no utilizó eso como
excusa sino que acudió, como cordero inmaculado, a la Cruz para que muriendo Él
seas tú inmortal. Por amor al que destruyendo el poder del pecado en ti, salió
con gloria del Sepulcro, anunciando que ya la muerte no te domina. Si Jesús dio
su sangre por ti, ¿cómo tú no vas a proclamar con gozo que ya no perteneces al
mundo, sino que tu corazón está sellado por Jesús, tu Salvador?
Claro que lo harás. Los poderes de este mundo pueden amenazar pero ya han sido vencidos por el Señor. Obedece a Dios antes que a los hombres porque Dios hecho hombre te ha abierto el camino de la inmortalidad. No dejes de proclamar las maravillas que has visto y oído. Ellos han sido derrotados. Cristo ha triunfado. Hagamos conocedor a las naciones de su victoria.
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