CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE LA TRINIDAD.
San Lucas 4:31 – 5:7
Yo
te conozco quién eres, el Santo de Dios. Y Jesús le reprendió, diciendo:
Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos,
salió de él, y no le hizo daño alguno
Señalaba el arzobispo de
Canterbury y teólogo Tomas Cramner que existen dos clases de Fe:
-
La Fe muerta o fe de los demonios.
-
La Fe viva o fe de los Hijos de Dios.
El demonio existe. Recuerda
que los ángeles son seres incorpóreos que actúan como mensajeros del Dios
Altísimo. Los demonios a los que el Señor se enfrentó en Capernaún temblaron
ante su presencia Los demonios son los primeros en creer en Dios. Ellos saben
que Dios creó los cielos y la tierra y que envió a su Hijo en carne para morir
por ti y resucitar por ti. Es una fe intelectual que comprende la realidad pero
no viene regida por el amor. Al igual que los que leen a Julio César en sus
Comentarios de la Guerra de las Galias creen en las hazañas del procónsul
romano, el demonio conoce las hazañas de Dios pero ni lo obedece ni lo sigue.
El demonio sabe que su
camino está perdido de antemano. Aún así, guiado por su soberbia, actúa. ¿Te
has dejado llevar en alguna ocasión por tus ansias de autocomplacencia, por tu
soberbia o por tu orgullo y has obrado mal aun a sabiendas de que estaba errado
y de que iba a traer nefastas consecuencias? De seguro que sí. Es tu
inclinación al mal fruto del pecado que sobreabunda en tu ser.
Sé consciente de que
necesitas un Redentor, al Santo de Dios, para sanar tu pecado. He aquí que
tienes a Cristo. Cristo es la Palabra de Dios que con su propia autoridad manda
y vence a los espíritus inmundos y las enfermedades más terribles. Él puede con
todo. Su poder no se detiene ni ante los sabios demonios. Su poder borra hasta
tu pecado más terrible. ¿No es maravilloso? Cuando percibas el anhelo de
sanidad que solo Dios puede ofrecerte, cuando sepas que necesitas auxilio
porque tus demonios particulares no te dejan reposar, ríndete a Cristo. Él te
espera cada día.
Frente a la fe de los
demonios, surge la Fe del buen hijo de Dios.
Ésta es la Fe que Simón tuvo
cuando volvió a echar las redes después de una ardua noche de trabajo
infructuoso, solo por la Palabra del Cristo. Cristo le manda que eche las redes
en lo más profundo del mar. Simón le responde: “Señor, no hemos cogido nada,
pero porque Tú lo dices volveremos a echar las redes”. Él no se guió por su
experiencia de la noche anterior, ni por su cansancio acumulado. Simón, antes
incluso de ser Pedro, no dudó, lanzó las redes a las profundidades del mar de
Galilea, confió más en Dios que en sí mismo. Se arriesgó.
Hermanos, la Fe de Simón, es
la que quiero que tengas. Es aquella que no se rinde ante las adversidades ni
ante los fracasos.
Dios quiere que echemos las
redes en las profundidades de nuestras vidas. Puede que no veas el resultado,
que nadie escuche la Palabra de Dios. Señor, no he convertido a nadie por mis
palabras. Estoy cansado-puedes decir- he obrado y confesado años y no he
pescado nada. Sin embargo, si tú me mandas volverlas a echar, te obedeceré sin
dudarlo.
Por cierto, los apóstoles
que hasta entonces nada habían pescado, a la voz del Señor, capturaron una gran
cantidad de peces (San Ambrosio)
Ha llegado tu hora. Vuelve a
lanzar las redes.
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