1 PEDRO 2: 1-10


Solo Cristo, piedra viva, es capaz de producirte obras espirituales.

Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

Quizás en alguna ocasión has sentido la urgente necesidad de engañar, hablar mal de una persona o envidiar a otro para sentirte, al menos inicialmente, cómodo o satisfecho. Toda persona necesita un alimento espiritual para sostener su vida. Para algunos ese alimento es el engaño o la envidia. Lo necesitan para saciar una necesidad temporal. Un llamado al pecado inherente a nuestra propia condición.  Posteriormente, proviene la sensación de vacío o insatisfacción consigo mismos. Es un alimento adulterado y caduco.

Frente a esto, ¿qué nos anuncia el apóstol Pedro? Un alimento sano, espiritual, no adulterado, que nos haga crecer en la Gracia para que ya nunca tengamos sed. Esta leche espiritual que demandamos urgentemente es la Palabra de Dios: es Cristo mismo. Los niños desean leche y actúan en consecuencia para obtenerla. Así debe ser el deseo del cristiano por la Palabra de Dios. Urge beberla diariamente, meditarla y hacerla propia en nuestra vida y alma.

Esta Palabra nos promete protección y seguridad, no por lo que hacemos o merecemos, que es como mota insignificante de polvo en el desierto, sino seguridad y protección fundadas una roca indestructible: Cristo Jesús. Cristo es el fundamento sobre el cual tu vida es edificada. Él debe ser la roca principal sobre la que se edifica tu vida.

Con una base firme, puedes construir una vida estable, sana y feliz, sin miedo a que el viento de la vida la arrase. A partir de nuestra roca espiritual, edifica tu cuerpo como templo del Espiritu Santo, allá donde mora el Espíritu de Cristo, unido a tu propio espíritu, en comunión y cooperación. ¿Acaso el Santo Espíritu merece una casa sucia de pecados y de vicios? ¿Acaso Cristo que sufrió en la cruz por tus pecados no requiere un corazón santo desde donde proclamar su buena nueva?

He aquí los sacrificios espirituales que agradan al Señor. Solo tomando la leche de la Palabra de Dios y solo si tu vida se halla fundada en la firme roca que es Cristo podrás ofrecer frutos de misericordia como sacrificios agradables.  Tradicionalmente, en la época del templo de Jerusalén, los fieles traían las primicias de su cosecha o ganado para ofrecerlo a Dios. Reservaban lo más valioso que disponían como señal de su amor y entrega a su Señor. Estos sacrificios, aun los más sinceros y grandiosos, palidecen en comparación con el sacrificio único e irrepetible de Cristo en la Cruz. Gracias a Él, tú eres salvo. Ahora no tienes que entregar tus dones para ser limpio de pecado, porque esto fue consumado a la perfección por Jesús. Ahora entregas tus sacrificios espirituales como agradecimiento por lo que Cristo hizo por ti.

¿Qué es un sacrificio espiritual agradable a nuestro Señor?

Las buenas obras nacidas de un corazón renovado. Así, en aquella ocasión donde el deseo de la carne te pedía pecar de envidia o malediciencia, limitar tu lengua con sacrificio y hablar bien del que te persigue. O en aquel supuesto donde reduciendo tus necesidades puedes ofrecer caritativamente algo a aquel que lo precisa. Esto vale más que un buey para el sacrificio. Dios sale grato con tu sacrificio. Mas recuerda que solo de una vida cuya piedra espiritual es Cristo puede salir algo que agrade a Nuestro Señor.

Dichoso aquel que confiando en los méritos de Jesús sacrifica una necesidad para vivir en caridad.



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