1º DOMINGO DE CUARESMA
La derrota del tentador.
Marcos 4: 1-11.
Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he
aquí vinieron ángeles y le servían.
Después de que Jesús fuera bautizado por San Juan
en agua, fue llevado por el Espíritu al desierto, para que allí fuese bautizado
con el fuego de la tentación.
El diablo
busca a los hombres para tentarlos, pero como el demonio no podía ir contra el
Señor, Éste fue a buscarlo.
Todos los hijos de Dios salen, pues, a tal desierto de la vida para ser
tentados; por ejemplo, los esposos se han prometido fidelidad eterna, el mundo
que es el desierto en el que vivimos ofrece lascivias; al que ha prometido
contener su boca de injurias, la sociedad caída le ofrece oportunidades para
hablar maliciosamente de su vecino. Los hijos del diablo no precisan de buscar
nada porque ya el Maligno ha vencido en su corazón. Los hijos de Dios, en
cambio, salen al mundo sin miedo porque se saben vencedores por los méritos de
Cristo de toda tentación.
Sal confiado al mundo, sabiendo que te toparás con tentaciones, pero
siempre enfréntalas revestido de la armadura invencible de Cristo. Si el tentador, el enemigo de la luz, te acomete
después del bautismo –y ciertamente lo hará, pues tentó incluso al Verbo, mi
Dios, oculto en la carne, sabes cómo vencerlo: no temas la lucha. Oponle el
agua, oponle el Espíritu contra el cual se estrellarán todos los ígneos dardos
del Maligno
Jesús sabía que iba a derrotar al tentador por ti. Por eso se adentró en el
desierto para ser tentado.
Satanás se enfrentó a Adam por tres tentaciones: por la glotonería al
mostrarle la fruta prohibida del árbol, persuadiéndole a comerla; por
vanagloria al prometerles que serían como dioses y, finalmente, lo tentó por la
avaricia, diciendo que al comer el fruto prohibido conocerían el bien y el mal.
Y nuestros antepasados cayeron en la tentación. El pecado entró en ellos y se
te trasmitió a ti.
Cuando Satán tentó al segundo Adán (1 Cor 15:47) empleó los mismos medios:
glotonería, pidiéndole que mandara convertir estas piedras en panes; por
vanagloria, diciéndole: “Si eres el Hijo de Dios, échate abajo”; lo tienta por
el ávido deseo de honores, cuando le muestra todos los reinos del mundo y le
dice: “Todo esto, te daré si, postrándote a mis pies, me adoras”.
¿Qué
hizo el Señor? Le respondió con firmeza: “Vete,
Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. YEl diablo entonces le dejó”.
Así, habiendo hecho prisionero al diablo, el segundo Adán lo expulsa de
nuestros corazones por el mismo camino por donde había entrado: las
tentaciones..
Gregorio
Magno reflexionaba sobre el modo en el que Jesús derrota las tentaciones del Maligno.
El Señor se limita a responderle con los preceptos de la Escritura. Podría
haber precipitado a su tentador al abismo mas no hizo uso de ese poder
destructivo. Él lo confronta con la Palabra. Lo hizo para darnos
ejemplo de su paciencia, e invitarnos así a recurrir a la enseñanza más que a
la venganza. ¡Ved qué paciencia tiene Dios, y cuál es nuestra impaciencia! Nos
dejamos llevar por el furor tan pronto como la injusticia o la ofensa nos
alcanzan; el Señor, Él, aguanta la hostilidad del diablo, y le respondió sólo
con palabras de dulzura. Él permite que las tentaciones nos rodeen para
enseñarnos a cómo enfrentarlas.
No
tengas miedo si las tentaciones te acechan en tu vida. Si el Maligno te echa en
cara tu pobreza material, respóndele con sabiduría y firmeza: “¿Qué me importa el pan que me ofrece el
diablo, si yo tengo el pan que reparte Cristo? Su Palabra y su Cuerpo y Sangre
en la Eucaristía. Él me dijo que el Padre cuida hasta de las aves y las flores
del campo. Él me cuida y nada me falta”.
Si te tienta con el engreimiento como hizo con Jesús
al llevarlo al pináculo, tentándolo para que volara desde ahí por los cielos,
no te dejes llevar por la soberbia. La soberbia es insaciable, no se detendrá
ahí; todo lo quiere. La soberbia hará que tu dios sea el poder o el
reconocimiento, olvidándote del Señor y dador de vida, el único Dios verdadero.
Si te tienta con la avaricia, mostrándote
riquezas y ofreciéndotelas a cambio de que le adores, despréciale como un
miserable y un perdedor. Contéstale: “yo soy imagen de Dios; estoy revestido de
Cristo por medio de mi bautismo; Cristo es mi heredad. Tú has sido arrojado del
cielo por soberbio. Cristo ha sido exaltado y se encuentra a la diestra del
Padre desde donde intercede por mí. Nadie me separa del amor del Padre gracias
a Cristo”.
Créeme, con estas palabras el tentador se
retirará, derrotado y avergonzado, como se retiró de Cristo en el desierto.
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