6º DOMINGO DE PASCUA

La oración, el cielo en la tierra.



Juan 16:19-33.

De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.

La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura. ¿Quieres recibir tu heredad? ¿Quieres ser transformado por la Gracia de Dios? Ora incesantemente. La oración es la puerta abierta al cielo.

¿Cómo se debe orar?¿A quién debemos orar? ¿Qué debemos pedir cuando oramos?

Nuestro Dios, el Dios revelado en las Escrituras, es un Dios celoso. Solo admite que elevemos nuestras preces a Él. La exclusividad en la oración reside en el Señor, jamás en criatura alguna. Dios escucha la oración del justo, de aquel que lo teme. ¿Acaso tienes acceso directo a Dios, tu Padre? En el viejo pacto, Dios escuchaba solo a los Patriarcas, luego a Moisés y a los sacerdotes levitas, debidamente purificados y escogidos para tal santa tarea. El pueblo no tenía acceso directo al Señor más que por las vías que Él había establecido. Mas Dios que vio como el corazón de Israel se desviaba decidió encarnarse, el Logos se hizo carne y habitó entre nosotros para que tuviéramos camino directo al Padre. He aquí tu Señor, he aquí Jesucristo, tu único mediador e intercesor. Tu seguro abogado en tus peticiones. Sacerdote eterno y perfecto, según el rito de Melquisedec, que entró una vez para siempre con su propia sangre en el santuario, pero no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, donde está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.

Cuando ores, por tanto, ora siempre en el nombre de Jesús,, poniendo tu mirada en Él como único intercesor con el Padre. Las criaturas son falibles e imperfectas; el Hijo de Dios es perfecto e inmaculado.

Más, ¿cómo debemos orar? ¿Es cierto que el Padre escucha y atiende cualquier súplica independientemente de tu corazón?

En primer lugar, cuando ores no lo hagas para ganarte el respeto y la admiración de los circundantes.  Tal oración es despreciada por Dios. La naturaleza humana tiende al orgullo y al amor al reconocimiento ajeno, mas Dios lo aborrece. Él quiere que ores elevando tu corazón hacia Él, deshagogando tu alma con Él; teniendo íntima comunión con Él.

En segundo lugar, si oras pidiendo solo ganancias terrenales o materiales, tu oración tendrá el mismo éxito que si lo realizas para ganarte la admiración de los demás. Ello no implica que no pidas por tus necesidades materiales inmediatas. ¿Qué hombre hay de vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? Dice el Señor. Dios conoce tus necesidades y jamás te desamparará. Él quiere que ores con un corazón transformado por el amor. Que no te mueva el egoísmo, sino el amor a Dios y a tu prójimo. Todo lo que pidas debe tener por fin promover la gloria de Dios y la felicidad de los demás por amor a Dios.

Tampoco abundes en tu oración palabras sin sentido o vanas repeticiones, teniéndolas superiores o pensando que el resultado de tus oraciones depende de lo largas que sean. No se descarta el usar repeticiones, pues aun nuestro Señor mismo oró tres veces repitiendo las mismas palabras, sino las repeticiones vanas, como hacen los paganos que repiten muchas veces los nombres de sus dioses; como hacen algunos entre los vulgarmente llamados cristianos, y no sólo entre los papistas, que repiten una y muchas veces la misma hilera de oraciones, sin sentir nunca lo que dicen. Lo que es abobinable a los ojos de Dios es tener tus oraciones largas y complejas como superiores a las del corazón sencillo y humilde que con lágrimas en los ojos confeisa a Dios sus pecados con palabras simples mas salidas del hondo pozo del arrepentimiento.

Ora sin cesar, ora cada día. Tómatelo como una bella costumbre que te irá aproximando más y más a Dios.

Todo lo que pidas con corazón humilde, para mayor gloria de Dios y por amor a tus semejantes, tu Padre que está en los cielos te lo concederá por la intercesión de su Hijo, tu Señor y Salvador. Acércate a Dios mediante la oración. Cae a la tierra un pedacito de cielo donde Dios se une a ti de una manera íntima. Siente lo que te espera en la vida eterna con la presencia gozosa del Señor. La oración es la vía a tu salvación.

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