SEGUNDO DOMINGO DE COTIDIANO.
Siguiendo el llamado de Jesús. ¿Cómo evangelizamos?
Mateo 4:18-23.
Les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
Caminaba Jesús por la orilla del mar de Galilea cuando a lo lejos divisó a dos sencillos pescadores, faenando mar adentro, sudando y esforzándose para elevar la red con la pesca del día. Acercándose a ellos, les gritó, de la nada: “venid en pos de mi y os haré pescadores de hombres”.
Pedro y Andrés eran
hermanos, de la misma manera que Juan y Santiago. Jesus los escoge para
expandir la buena nueva de la venida del Reino. Así como Dios escogió a dos
hermanos, Moisés y Aarón, para anunciar su viejo pacto, ahora el Señor escoge a
dos hermanos para proclamar que el Reino de Dios ha llegado. Mas esta elección
es eterna, a diferencia de la de Moisés y Aarón, porque el sacerdocio de Jesús,
a diferencia del arónico, es eterno, según el orden de Melquisedec.
El Evangelio no nos precisa
si Pedro y Andrés conocían a Jesús. Posiblemente habían oído hablar de ese
maestro que deambulaba por Cafernaun llamando al arrepentimiento a las gentes
por la venida del Reino. Ellos eran sencillos pescadores que trataban de ganarse
su jornal para mantener decentemente a sus familias. Su arduo empleo les
impedía dedicarse a estudiar sobre la Ley y los Profetas.
Estando en sus quehaceres
cotidianos oyeron la voz de Jesús. “Venid, seguidme y os haré pescadores de
hombres”. En ese momento algo se quebró en ellos. Cualquier otra llamada habría
sido objeto de enojo, de burla o de incredulidad, mas esa llamada era singular.
Era la llamada del Señor. Su voluntad, endurecida por la penalidad de la vida y
por el pecado, fue vencida. No pensaron ni siquiera en recoger sus enseres o en
acabar el jornal. Ellos posiblemente desconocían en ese momento la intensidad
de ese llamado. Ellos solo se dejaron llevar por la Gracia y dejando sus redes
seculares, lo siguieron.
Su voluntad fue transformada
por la Gracia. Su asentimiento no nació de su albedrío contaminado, sino de su
albedrío restaurado por el llamado de Dios. A esta clase de Gracia que permite
al pecador responder afirmativamente al llamado se le denomina habitualmente
Gracia previniente. Habían dejado de estar bajo la esclavitud de la ley para
ser guiados por la libertad de la Gracia.
Si estás hoy aquí tú
posiblemente hayas sentido también ese llamado. No es un llamado a los grandes
sabios de la Biblia, sino al común, al sencillo, al sufridor. ¿Cómo
respondiste? ¿Aceptaste ese llamado fruto de una voluntad liberada por Gracia
del pecado? En realidad, Dios te sigue llamando hoy. Es un llamado diario,
continuo. Te está llamando a que dejes el pecado del mundo y lo sigas para
evangelizar almas para Jesucristo. Pedro y Andrés dejaron sus aparejos
marineros, sus familias y trabajos y siguieron a su maestro. ¿Qué pecado has
dejado tú atrás para seguir a Jesús? Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame
(Mateo 16:24) ¿Estás dispuesto a renunciar al pecado que te esclaviza para
seguir a tu Libertador? porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida,
y pocos son los que la hallan (Mateo 7:14) No creas que seguir a Jesús es
una decisión fácil. El pecado esclaviza. Cuesta renunciar a él. Te abraza y te
ciega. Mas Jesús insiste: Él te hará descansar. Ve hacia Él. Quiere que seas su
representante en la tierra. Quiere que anuncies su Reino. Anhela que proclames
que el tiempo se ha cumplido y que Dios ha vencido a la muerte.
Pedro y Andrés sudaban para
ganar algunos peces. Había días que la captura era ridícula. ¿Acaso dejaron de
lanzar las redes a pesar de ello? No. Siguieron día tras día lanzando sus redes
con la esperanza de capturar su ansiado botín pesquero.
No pienses que la tarea de
pescador de hombres se limita al pastor, al obispo o al diácono. Señalaba el
obispo Ryle que este título es más antiguo incluso que el de presbítero o
diácono. Tú, renovado por la sangre del Cordero, tú que has renunciado a la
esclavitud del pecado, como laico también tienes esa vocación de ganar almas
para el Señor. ¿Cómo empezar? No mirando atrás. No preocupándote por el qué
dirán, por la pérdida de reputación o las penurias económicas, sino lanzando la
red del Evangelio día a día, evangelizando cada semana en tu trabajo, familia o
por la calle, orando sin cesar, testimoniando acerca de Dios, haciendo buenas
obras para con los tuyos, amando a los que te desprecian.
¿Qué redes debemos usar para
pescar almas para Cristo? La Palabra de Dios. Porque la palabra de
Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12) Esa Palabra
que apunta al amor de Dios hacia su creación. Ese amor del que dio la vida por
ti. Predícalo a tu escuchante. Jesús murió y resucitó por él. Es nuestro Dios
de amor. En el amor conoceremos que somos sus discípulos. Las mejores
redes las tienes en tus manos. No te preocupes por el resultado. No te desanime
el fracaso aparente. El reino de Dios es como el sembrador que echa su semilla
en la tierra; él duerme y se levanta y la semilla crece sin que él sepa cómo
(Marcos 4: 26) Siembra y descansa. El Señor hará crecer esa semilla sin que
sepas cómo ni cuándo. Piensa que los apóstoles eran solo 12 humildes varones
que con su predicación sincera y pasional cambiaron el mundo.
Solo sigue tu llamado. Sigue
a Jesús.
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